Destacan en esta zona los bosques de arbolado autóctono que se abren paso entre las verticales paredes de los cañones de los ríos Sil y Miño, y característicos paisajes agrarios esculpidos por la mano del hombre en los cañones, para dar abrigo a viñedos y frutales. Testigos atemporales del trabajo que el hombre ha realizado para obtener los “caldos” únicos de nuestra tierra.
Además de asentarse en la entrada natural de la Ribeira Sacra, el pueblo de Los Peares posee además su propio encanto, caracterizado no solo por su clara división geográfica como por su peculiar división administrativa. Algo muy bueno debe de esconder esta localidad que para mayor “imprecisión” pertenece a cuatro ayuntamientos diferentes y a dos provincias, como si todos quisieran poder decir que “tienen su pedacito de Los Peares”.
Pero es que solo en Los Peares se puede ver al mismo tiempo a los dos grandes ríos del noroeste peninsular, “el Sil que lleva el agua y el Miño la fama”, según el dicho popular, y el Búbal (el gran desconocido) como su segundo afluente principal en la zona.